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Enseñar la Navidad

  Estas dos figuras (de mano colgante, el padre y mirada perdida, el hijo) forman parte del pesebre. Ayer, mientras rezaba un poco delante del Nacimiento, me di cuenta de que los dos -padre e hijo- forman una bonita imagen de una de la misiones de los cristianos de hoy (y de siempre). Empezando por la familia, tenemos que enseñar, con naturalidad, de qué va nuestra religión. Eso hace el padre de la foto:  "Mira, hijo, ahí está el pesebre: y entre el buey y la mula, una familia. Es Dios, que se ha hecho hombre, que ha nacido: Jesús. Es María, la Virgen, su Madre; y san José, su padre. Vamos a verles; ¡hay que celebrarlo!" Leí en un artículo hace nada que, dejado de lado el trasfondo cristiano, en las escuelas se presentan navidades paralelas. Los niños, confundidos pero no tontos, responden con la sinceridad posible: "es temporada de regalos". Eso es quedarse con la radio de un Ferrari: un detallito obligatorio, pero no esencial La Navidad y su misterio son tan senci
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¿Algo por lo que (para Quien) morir?

 «Ninguno ha creído a Sócrates hasta morir por su doctrina; pero, por Cristo, hasta los artesanos y los ignorantes han despreciado, no sólo la opinión del mundo, sino también el temor de la muerte".  Son palabras de san Justino, filósofo que vivió a mediados del s. II y que se convirtió al cristianismo. Las dice en su Apología , su defensa racional de la fe que abrazó.... y por la murió, mártir, dando así el supremo testimonio de su creencia... de la fe que le valía su creencia, más que su propia vida. La palabra mártir significa significa, precisamente, testigo, testimonio.  (El cristianismo considera que el martirio es un don del Espíritu Santo: nadie puede, por sus solas fuerzas, dar su vida por la fe en Dios).  De todos modos, Sócrates sí murió por la verdad, como bien sabía san Justino. Y tantos otros, por una causa justa, que no es otra cosa que un ideal que de considera verdadero: de una bondad sólida y duradera. Todo eso se por de manifiesto en una huelga de hambre. Jamás

Creyente no practicante (la cuadratura del círculo, vamos)

¡Qué difícil es entrar corriendo y cargado de unas vigas de madera en una cristalería y no romper nada! Lo mismo ocurre con este tema: difícil no herir sensibilidades. Al menos, quede dicho que no es el fin que se busca, faltaría más. La conciencia es sagrada. Resulta que ya hacía unos día que le daba vueltas a este asunto: creyentes sin Dios, sin práctica, cristianos ateos... No en el nombre, claro; sino en el modo de actuar. Los hay. Quizás un servidor de ustedes, en alguna ocasión más o menos inconsciente. Ya se sabe: uno tiene fe, pero actúa como si no la tuviera. Dios se pierde en los nombres. Y donde se dice Dios se dice Alguien personal con poder y amor infinito. Casi nada. Pero me parece que la manera en que la gente dice "soy creyente pero no practicante" tiende a ser otra, algo diferente. Algo así, tal vez, como: "creo en Dios, pero no en los curas ni en misas". Bien, mal ejemplo habrán recibido, y habremos dado. Y es más que probable que se refieran -al d

¿Cómo abordar los problemas?

Lo bueno de ser cristiano es, también, que muchos hombres lo han sido antes. Y algunos han acertado en su vivir. Podríamos remontarnos a los primeros siglos, por tanto, pero bastará retroceder unos pocos años para ofrecer una receta de Joseph Ratzinger, antes de que fuera Benedicto XVI.  En una entrevista que acabó formando un libro muy recomendable - Dios y el mundo -, le preguntaban lo siguiente:  ¿Cómo aborda personalmente los problemas (presuponiendo que los tenga)? Quisiera hacer una aclaración antes de escribir su respuesta. Solo tiene el valor humano que le da su sabiduría y experiencia personal, impregnada, eso sí, de un cristianismo vivido. No es, claro está, dogma de fe, sino aprovechamiento posible de una cierta autoridad humana. Ahí va: ¿Cómo no iba a tenerlos? Por una parte, intento introducirlos en la oración y afianzarme en mi interior. Por otra, procuro ser exigente, consagrarme de verdad a una tarea que me exija y al mismo tiempo me agrade. Y por último, reunirme con l

La Iglesia: ¿adaptarse o morir?

¿Por qué "adaptarse o morir" es cierto en referencia a la Iglesia, pero en el sentido menos habitual o esperado? Porque —respondamos cuanto antes— es verdad que hay que adaptarse o morir. Pero quien debe adaptarse es el mundo a la Iglesia. Y no la Iglesia al mundo. Ahora solo falta explicar a qué nos referimos con "la Iglesia" y con "el mundo". Y, si se me apura, con "adaptarse".  Vamos primero a por lo tercero. Adaptarse. Ese verbo proviene de "ad-aptare" y significa tender a unirse con algo para funcionar. Es el proceso de cambio de una cosa para unirse con otra y así llegar a un bien. Solo en la unión perfecta funcionan dos cosas o las dos piezas de algo. Si un pez no se adapta al tipo de agua, muere. Si un hombre vive en un lugar en que escasea el oxígeno, lo mismo. Las cosas son como son. A veces, ese "son como son" incluye un margen, pero eso no cambia el hecho de que son como son. El ser humano habla, pero no hay un i

Las milésimas y los errores (Campeonato europeo de atletismo)

Se acaba hoy, el campeonato.  Pero hace unos días, leyendo el diario, vi esta primera imagen, e hice un pantallazo para comentar algunas cosas sobre el cristianismo.  No es ser muy original, porque el deporte —y el atletismo, en concreto— sirvieron a San Pablo, el apóstol de las gentes, para ilustrar sus explicaciones de algunos aspectos importantes de la vida de los cristianos. (Añado aquí un enlace con algunos). Así, en la primera carta a los cristianos de Corinto —allí sabrían de qué hablaba cuando se refería a los eventos deportivos—, les escribe: ¿No sabéis que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio? ¡Corred de manera que lo consigáis! Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible. Así pues, yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando golpes en el vacío, sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que, habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo desc

"No fight, no life", hasta en verano . (O en latín, que queda siempre mejor: "Semper adde, semper ambula, semper profice")

  Venía un servidor de ustedes de tomar un tremendo café con hielo con un amigo en un paraje absolutamente deseable (y caro) cuando, en plena calle, un hombre le ha deslumbrado con su camiseta. La foto es de internet: la original era negra. No me ha dado para pararme y tomarle un retrato.  "No fight, no life". Sin lucha no hay vida.  Es un lema muy propio para un gimnasio, cosa de la que de hecho se trata. El que no pelea, no mejora. El que se rinde a la primera, nada de nada.  El refranero popular castellano contiene miles de frasecillas del estilo: "Lo que vale cuesta", etc. Ahora que estamos en plena Eurocopa, Wimbledon y Tour de Francia, va la cosa que ni pintada. Porque es una camisa para hacer deporte, sí. Pero el salto a la vida extradeportiva es bastante obvio. Quizás diría mejor ultradeportiva: más allá de lo deportivo. Pero lo que realmente sería una expresión acertado es hablar de la mentalidad deportiva aplicada a la vida. A todo: a tu trabajo, a la mejo